Tuesday, May 15, 2018

El vacío en una caja de zapatos

Ayer me sentí fatal. Y tuve demasiada vergüenza como para pedir perdón.

Esperaba en la cola del autobús en Dallas para regresar a casa en Austin con mi familia. Delante de mí, un chico de aspecto hispano, con tatuajes en el cuello y mirada intensa, sostenía encima de su cabeza una caja con dos pares de zapatillas y algún trapo que no alcanzaba a ver.

Mientras agarraba mi bolso, mi iPad y mis cosas, pensé, qué pinta de haber pasado por la cárcel. Ni siquiera pensé, que pinta de malo, solo me vino la visual de ese tipo dando vueltas en un patio penitenciario, no se por qué.

Me subo al autobús, despliego el iPad y el ordenador a la vez para trabajar con dos pantallas de camino a casa, hasta que el tipo, que andaba sentado por los asientos de delante, se acerca, se sienta en el asiento contrario del pasillo y me pregunta, con tono auto controlado y en un inglés perfecto, como de haber nacido en este país en segunda generación de hispanos:

.- ¿Tienes un teléfono que te cargue por los mensajes?

No entiendo bien su pregunta pero reacciono a la defensiva con lo primero que se me ocurre:

.- Lo siento, tengo un teléfono de empresa y no lo puedo dejar.

Se levanta impasible, sin desprecio, sin esperar nada o vete a saber, quizás con decepción encubierta, y repite la escena con la chica que se sienta justo detrás de mí, y oigo:

.- ¿Tienes un teléfono que no te cobré por los mensajes?

Entiendo mejor ahora su pregunta. Y la chica va un paso más allá que yo y se interesa:

.- ¿Qué necesitas?

.- Acabo de salir de la cárcel y quiero avisar a mi hermano de que llego a San Antonio.

Joder.

No tengo ni idea si han sido 6 meses o 15 años los que llevabas entre rejas, si fue por algún acto estúpido de tu juventud, si mataste a alguien que podía haber sido mi hija. Solo se de tu caja de zapatos, y de tus trapos que ahora veo que son dos cambios de ropa, uno de ellos tu propio uniforme de presidiario.

Te cambias dos veces en un trayecto de 3 horas, fumas en cada parada, tienes mirada de dolor, de indiferencia, de carga, de intensidad, de no esperar nada de la vida y de esperar todo, de haber esperado, igual de haber esperado desde pequeño a que tú madre volviera a casa, haber esperado que tú padre dejará de pegarla, haber esperado que cuando creciste y pudiste liberarte de una infancia difícil, haber esperado que alguien tomara las buenas decisión es por ti.

Haber esperado que un acto cruel e impulsivo no tuviera consecuencias, haber esperado que aquellas rejas solo fueran una pesadilla de la que despertarias cada mañana, durante años, cada día. Haber esperado el día en que te dieran tu caja mientras abrían la ultima puerta de la cárcel para dejarte marchar. Haber esperado montarte en un autobús y que alguien te dejará llamar a tu hermano para avisarle de que por fin volvías a casa.

Y te encuentras con una tipa enfrascada en su iPad, con su tacón y sus gilipolleces de primer mundo.

¿Qué necesitas?

Dos palabras. Qué necesitas, joder. No es tan difícil. Pero si es una de mis preguntas favoritas! Escuchar. No lo que yo creo, lo que deberías, lo que te voy a dar aunque no me hayas pedido, lo que creo que te hará bien. No. Dime qué necesitas, como te puedo ayudar.

Me quedé en mi asiento, petrificada, mirando por la ventana, con la piel de gallina, la lágrima en el ojo y el corazón encogido. Gillipollas que soy. Me sentí ridícula con mi iPad y mi tacón y mi teléfono.

Llegué casa cansada después de una semana difícil, se lo conté a Javi y me eché a llorar en sus brazos como una idiota.

Maite me ve llorar y me dice,

.- No he entendido bien, mami.

Me siento con ella, mientras ordena las piezas de su puzzle, le cuento la historia nuevamente con más calma, piensa y pregunta:

.- ¿Y por qué no usa su propio teléfono para llamar a su hermano?

.- Cariño, cuando sales de la cárcel no tienes teléfono.

A tenor de tu mirada con aquella caja, cuando sales de la cárcel debes de estar vacío, por fuera y por dentro.

Perdóname, chico de la caja de zapatos. Perdóname pq de repente vi en ti a muchos niños de la edad de mis hijas que no tienen a nadie que les quiera, les atienda, les respete, les ayude a crecer. Y se buscan la vida a palos. Y acaban tomando malas decisiones y entran en una espiral de la que es jodido salir. Ojalá salgas.