Saturday, December 10, 2016

En las nubes, entre Dublín y Texas



Así estoy. Aquí estoy, sobrevolando nubes en mitad del atlántico, camino a Nueva York, después de unos días en Irlanda, cerrando un año especial de la mano de la Fundación Down Madrid.
Google, esa palabra mágica de colores que tiene respuestas, también desde la nube, para todo lo inimaginable, nos ha brindado la oportunidad de actuar en su teatro en Dublín, ante una audiencia entrañable, receptiva a lo inusual y con ganas de jugar a la ironía.

Nos dijeron que era difícil mantener la atención de sus empleados en aquellas oficinas, que están habituados a reuniones cortas, expeditivas, que allá donde van se les ve más pendientes de su Smartphone, de su PC, de su proyecto, de su siguiente reunión. Pero de repente sucedió. En mitad de su rutina de trabajo, de su día acelerado y ocupado en cosas realmente importantes, las que dan cifras y resultados al final de un trimestre, notamos que se abría un pequeño espacio para conectar.

Animados por la iniciativa de la “Charity week” que selecciona un proyecto para cada día de esta semana, Miguel y su compañera nipona Totu, que llevan la Fundación en la sangre, han conseguido involucrar a un equipo de directivos de la casa para que apueste por nuestro proyecto y nos dedique este día. Y con ellos, más de 200 “googlers” como ellos – así se hacen llamar -, con ganas de comerse el mundo, han llenado un colorido salón de actos, para dedicarnos parte de su preciado tiempo y llevarse con ellos un cachito de magia de teatro inclusivo.

Nos regalaron risas tras cada pequeño guiño que teníamos para ellos y lloraron con Miguel cuando se emocionaba a la derecha de su hermano Guille quien, lo que a veces no alcanza con la palabra, lo hace de sobra con su intención y agudeza. “Tengo un sueño, y es trabajar aquí algún día”, aprovechaba su minuto de gloria ante los presentes en el broche final de preguntas y respuestas a los actores, por si colaba alguna oportunidad de que le acercara a vivir cerca de su querido hermano. Y es que Guille llevaba casi un año, desde que se empezó a gestar esta oportunidad, soñando en cada ensayo de los miércoles con ese momento en el que se subiría a ese escenario y brindaría su actuación a sus seres queridos. Era su día. 

Y cada uno de nosotros hemos vivido esta experiencia de una manera muy personal. Yo he disfrutado como una niña estos dos días en torno a Google, escarbando en sus políticas de recursos humanos concebidas para la generación “millenials”, con espacios de colaboración a la vanguardia, entre salas de siesta, masajes, gimnasio, piscinas, infinidad de rincones de comida variada y gratuita para sus empleados, y retazos de vida integrada en el trabajo, en forma de tabla de surf apoyada sobre una mesa de trabajo o super héroes atrincherados sobre un teclado.

Entre pasillos y ascensores se oyen todos los idiomas imaginables, en un edificio en el que confluyen los sueños alcanzados de 6000 personas venidas de todas las partes del mundo, con ansia de tener su cachito de protagonismo en el progreso de nuestra sociedad. Pienso que si tuviera 20 años menos, me encantaría ser parte de aquello.

Pero como no me tocó vivir esos tiempos en los inicios de mi carrera, y los lamentos tienen el paso corto, qué mejor oportunidad hoy que mezclarnos con esa realidad desde el teatro. Una pasión que nos otorga el espacio para dar lo mejor de cada uno de nosotros, desde nuestras habilidades, nuestras limitaciones, nuestros miedos, nuestros sueños.

“Tengo un segundo sueño” - Guille se aferra al micrófono ante una audiencia que contiene la respiración, intentando descifrar su mensaje, entre la barrera del idioma y las palabras que se le amontonan irremediablemente, en un esfuerzo que pone más si cabe en valor un excepcional trabajo artístico desplegado en el escenario.
A lo largo de este año he aprendido a escuchar a Guille, y aunque él tiene en la capacidad de síntesis su mayor reto, suele esconder, en las ideas que viajan por su sensible cabeza, un mensaje agudo y sutil, normalmente de una lógica apabullante, que nos tiene siempre a todos expectantes.

“Espero algún día tener mi programa de televisión, con mi propia voz, y ser famoso” – concluye ante los aplausos de un público entregado en lágrimas.

Por qué no, de sueños estamos hechos. Y aquel momento tan puro me hizo pensar en mis propios sueños y en cómo los contaría llegado el caso, porque seguro que también se me amontonarían las palabras.
Esta tarde sueño entre las nubes más cerca ya de Nueva York. Empieza una nueva etapa en mi vida, nuevamente en Estados Unidos, pero en esta ocasión tan distinta a las anteriores. No solo por descubrir la profunda Texas, sino sobre todo porque por primera vez como padres, les vamos a ofrecer a nuestras hijas la oportunidad de vivir en otro país, de conocer una realidad distinta a la suya, de conocerse mejor por dentro. Qué mejor regalo de navidad.  

Ya en estos días en los que nos han acompañado en Irlanda, las hemos visto dar lo mejor de sí, buscándose la vida con su todavía precario inglés, como preparándose para la realidad que les viene.

“Mami, tú encuentra primero un cole que te guste y luego buscas una casa cerquita, ¿vale?” – se despide Maite de mí en el aeropuerto de Dublín mientras le cuento que me voy unos días a Austin a situarnos con la realidad que tendremos en enero. Me asombra la naturalidad con la que vive este momento a sus 6 años.

Tengo vértigo, cosquillas en el estómago, como las que provoca una montaña rusa en un parque de atracciones, con la risa floja y el corazón en un puño.  Todo va a ir bien, me repito cada vez que me encuentro alguna pequeña piedra en el camino, mientras organizo preparativos y tomo decisiones. Los cambios son siempre una excelente oportunidad de hacer limpieza física y mental, de discernir lo delicado entre la marabunta de lo superfluo. Con mi metrito cuadrado, el espacio en el que cabe mi familia, aquí, allí, o en un vagón de montaña rusa, todo va a ir bien.

Ayer, preocupada con la sensibilidad de Julia ante los cambios a sus 4 años, y con la intención de acercarle a nuestra siguiente etapa, le pregunté:
“¿Qué vas a hacer en Estados Unidos peque?”
“Voy a hacer nuevoz amigoz mami” – me espeta para mi sorpresa, con ese sonido que aún se le resiste, como empeñada en conservar su encanto de bebé.

Quizás porque haya oído algo de que los amigos no se cambian, sino que los nuevos suman a los que ya lo son. Tocará estar lejos por un tiempo de nuestras familias y amigos, que tanto nos han dado estos años, y confieso que se me hace una pequeña bola en la garganta de pensarlo, pero como decía Whinnie de Pooh, “how lucky I am to have someone that makes saying goodbye so hard". Qué suerte tenemos de tener personas de las que nos cueste tanto despedirnos.


2 comments:

  1. Eres increíble, y estés donde estés dejaras tu huella. Te deseo lo mejor en esta aventura. A ver si nos animamos a visitaros

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