Thursday, April 18, 2019

Rutina



Día 7

.- Mami, el agua está congelada, ¡no la voy a poder beber!- tocas la botella que has dejado en el congelador por la noche.

.- Tú pon el cronómetro, Julia, a ver cuanto tiempo tarda en deshacerse todo el hielo desde que salgamos de casa.

.- No puedo, - mirando tu reloj rosa de Decathlon, ese en el que pones alarmas para todo -. Lo puse a cero cuando aterrizamos. Llevamos... 97 horas y 32 minutos en Africa. 

Agua fría, una mochila con folios y lápices de colores, una moto-bajaje para sentir el viento en la cara y acercarnos mejor a las escenas del barrio al borde de la carretera. Así arranca nuestro día, que se ha convertido en una dulce rutina, de casa al orfanato, desde que volvimos de Kunduchi. 

Hacer a pie el último tramo desde que nos deja el bajaje en la carretera hasta la puerta del orfanato es el pequeño regalo con tintes rojos de cada mañana. Son a penas diez minutos, bajo un sol de justicia, pero saludamos a los ya mismos motoristas bajo un árbol, y a tres mujeres que mueven cuencos de un lado a otro, en una chabola que hace las veces de bar. Responden con esmero a nuestro mambo! con palabras en Swahili que no alcanzan vuestras horas de Duolingo en Madrid. 


En la puerta blanca de entrada hay una bandera de la ONG, acompañada de la bandera de Tanzania y de Suiza, sede de la organización. Me encanta ver, entre cocoteros, el símbolo de un país que hace algo por otro. Hoy Evaristo, me ha enseñado un árbol de mango recién plantado.

.- En un tiempo, será como ese - me dice, señalando un imponente árbol de mango de la parcela vecina.

.- ¿Hace cuanto tiempo habéis lo plantado?

.- Hace tres meses, cuando se acabó de construir esta residencia y nos vinimos.

Ahora entiendo porqué todo tiene este aspecto de nuevo. La residencia está impecable y cumple a rajatabla con su funcionalidad. Pero en las zonas de estudio que compartimos con los chavales, todo es aséptico, como un gran garaje vacío en una promoción nueva de viviendas. Esas inmensas paredes de un amarillo suave frío contrastan con la capacidad artística de Happiness o del propio Evaristo y eso me rechina por dentro. Me los imagino con bidones inmensos de pinturas de mil colores, entregados a murales en los que plasmar sus sueños, y no sé ni por donde empezar. 

Pero en una África rural dura, la estructura de este edificio y los ventiladores del techo proporcionan un refugio razonable del calor y la humedad. El lugar está limpio y cuidado, y lo empezamos a sentir como una casa en la que vive una gran familia. A tenor de como se abrazan y se cuidan unos a otros, creo que así lo sienten. 


Es la primera vez que estoy en un orfanato, pero en mi cabeza siempre dibujaba un sitio desolador, donde niños vencidos a la tristeza sueñan con tener un padre, una madre, o una abuela, y miran hacia la luz de la puerta, esperando que alguien la abra y les saque de ese infierno. Imagino que habrá lugares espeluznantes, pero la realidad que nos ha tocado vivir en el Childrens Home de Help2kids es esperanzadora. Pienso que estos chicos son, por lo menos, más afortunados que otros, por ponerlo de alguna manera. Veo en la mayoría tranquilidad, cariño y hasta ambición de logro.

Esta mañana, Issa se esconde tras un muro, y construye un coche de carreras con viejos tapones de plástico, dos pilas y cinta aislante. Hasta ha unido varios cables viejos que consiguen encender dos luces rojas a modo de faro trasero. 

.- Es genial, ¿de donde has sacado la idea? 

.- De mi cabeza.

Una pelota de cinta aislante ennegrecida rueda por la baldosa. Issa pasa las páginas de su libro de ciencias una y otra vez. Es su única ventana de verdad al mundo, junto con su profesor de ciencias, sin opción de contraste que valga. 

.- Quiero ser ingeniero.

.- Que bueno. ¿Y qué opciones de carrera tiene un ingeniero en Dar Es Salaam? se me escapa.

Issa mira al suelo y alza los hombros, triste de que la pregunta le quede grande. 

Ya te vale, Leyre.

Toma su mochila de nuevo para guardar su libro de ciencias, y me enseña en silencio pero con orgullo su mundo más tangible, en forma de mil cachivaches que ha ido recolectando por la calle. Para diseñar los coches del futuro. 

Pienso en que me gustaría traerle toda pieza que pueda encontrando por mi camino, pero en el trajín de estos días de ida y vuelta al orfanato, no he sido capaz de dar con nada por la calle que sobre, realmente. 

Me han ido viniendo una y otra vez a la cabeza imágenes de los armarios de casa. Lo que daría por tenerlos cerca para tirar de ese trozo de celo, de esa plastilina vieja, de esa pelota algo deshinchada del garaje, que sería aquí capitán general. Ahora me vienen flashes hasta de esas cosas que acaban en la basura y las virguerías que haría Issa con ellas.


Había metido en la maleta un libro que os encanta de “los lugares más peligrosos del planeta” que trajo papá de algún viaje, donde se describen fallas, volcanes, corrientes submarinas o tormentas de arena del mundo. Todas las mañana el libro azul va en esa mochila y pasa en el orfanato de mano en mano de los chicos más tímidos, a los que les incomoda acoplarse a las actividades de grupo. Cuando veo en alguna esquina a algún chico solitario que apenas saluda, mirando al infinito sin tener nada que hacer ni esperarlo, saco el libro, lo dejo cerca suyo como que no quiere la cosa, y veo como tarda un suspiro en refugiarse en sus páginas.

Nos tiramos al suelo para hacer de lobo o pueblo, según la carta que te toque, de un juego que ha traído Nathalie en el que por la noche cuando duerme el pueblo, el lobo sale a matar. Los chavales se van acoplando poco a poco, van y vienen. Nosotras comenzamos siempre cualquier actividad solas, les despertamos la curiosidad y les invitamos sutilmente a unirse. El viernes por la mañana me encuentro una bonita escena al llegar, Nathalie se ha desentendido ya del juego que ella al principio lideraba, ella juega ya en una esquina a las cartas con un chico, y vosotras sois parte de un círculo que ya funciona solo, primero contigo Maite como líder, hasta que le cedes las riendas a Issa. Es la primera vez que oigo su voz a todo pulmón, me encanta verle brillar y sentirse grande.



Pienso en cómo conseguir que lo que hagamos estos días con ellos permanezca cuando nos vayamos. Esa es la tecla a tocar al fin y al cabo. Cuando nos vayamos vendrán otros, que harán cosas distintas, y distintas ideas irán nutriendo ojalá ideas propias, pero qué difícil es sembrar y enseñar a regar para que crezca un árbol cuando te hayas marchado. El gran reto de la cooperación me imagino.    

Happiness enrolla una serpiente medio invisible en un manzano que dibuja junto a ti, Maite. Una serpiente en un árbol, igual nunca se te hubiera ocurrido antes de este viaje, pero estoy segura de que, con todo lo que te gusta dibujar árboles, aparecerá en alguno de ellos cuando hayas regresado y tu cabecita vuele a ratos a este rincón del mundo.



Teníamos ya controlada la rutina de nuestro pequeño grupo, cuando llegamos el viernes con dos mochilas llenas de ideas y algunos materiales, para encontramos por primera vez con el grupo completo de chicos, bastante revolucionado. Hoy es fiesta en Tanzania, los que han tenido colegio esta semana están de vuelta, y además se preparan una visita especial, un grupo de la Universidad de Dar es Salam.

.- ¡Qué suerte! Nos encantaría acompañarlos, le pido a Mama Lea.

.- Claro, aquí estamos todos juntos en esto, - responde, con cariño.

Llegan los visitantes, y varios chicos merodean en el porche de la entrada. Saludan a los niños, entre ellos a dos hermanas con albinismo. Uno de los visitantes se acerca a ti Maite, quizás algo confundido de tu rol viéndote niña y blanca. Veo que le estrechas la mano, como has aprendido hacer estos días.

.- Hello, my name is Maite and I am a volunteer here.

 Observo el aplomo en tu presentación, suavizado con tu sonrisa y tu mirada risueña, y me derrito sin que se me note.


Nos pide Mama Lea que juntemos a los chicos en la parte baja de la residencia, un patio gigante con tejado de bambú y vistas a una frondosa selva que nos separa del mar al fondo. La vista es tan perfecta que parece ficticia. 

Cuando llegamos Nathalie y yo, vosotras estáis ya sentadas con los chicos en distintos grupos. Julia, te veo cuchicheando con las chicas, todas mayores que tú, con una seguridad inusual. Maite, estás sentada encima de Happiness mientras ella dibuja formas en tu espalda para que las adivines. Parecéis uno de ellos, si no fuera porque a veces me llamáis mamá. 

Nunca me había parado a pensarlo, pero aquí, cada vez que me buscáis entre la gente, se me encoge el corazón de pensar en vuestro pequeño privilegio, que no debería serlo.

Cuando yo esperaba poco menos que una pequeña presentación de las distintas opciones de carreras universitarias en Dar, nos encontramos con una agenda sin prisa, enclenque y a trompicones. Nadie sabe muy bien qué hacer, o así lo parece. Los chicos esperan, sin esperar nada. Los visitantes se miran unos a los otros y exhiben una sonrisa tímida de inseguridad. El líder se acerca a mi, y me pregunta cómo queremos organizar las presentaciones.

.- Yo... esto... si es que... acabo de llegar también... ¿igual mama Lea?

Mama Lea no está ni se le espera. Veo que necesita mi aprobación dentro de un proceso formal arraigado en la cultura.

.- Adelante, podéis empezar. - me invento mi autoridad. 

Una ronda eterna de presentaciones, donde todos sin excepción, niños y mayores, hablan para los cuellos de su camisa, me hace pensar en el contraste de occidente con nuestra necesidad de proyectar la voz y exhibir seguridad a través de la presencia corporal. Me pregunto qué pensarán de nosotros.



Empiezo a caer en que el baile sustituye aquí el discurso conceptual. Igual para tener la inspiración de pisar algún día esa universidad, no necesitan aburridas presentaciones, sino sobre todo conectar a través de la música. Una mujer que cumple hoy los años saca a bailar uno a uno a los chavales y sigue los pasos que ellos proponen. Veo la timidez brillar a través de pasos tribales. Maite, les ofreces un baile latino, al que Nathalie, la cumpleañera y yo te acompañamos. Cantamos el cumpleaños feliz en Swahili y comemos tarta, que la chica corta para ofrecer su primer trozo a la amiga que elige. Os ponéis en fila para recibir un pequeño trozo sostenido con un palillo a la boca directamente, como una comunión sagrada. Sin platos, cucharas ni servilletas, cincuenta comensales comparten tarta a palillo por cabeza. Qué complicadas hacemos las cosas en occidente.

Julia te has ganado tu chupa chups en un concurso de pregunta respuesta. De preguntas como, "como se deletrea Barcelona" o "qué pregunta le harías a un animal", te has animado a contestar:

.- ¿Qué cerrarías, tus ojos o tu boca?

.- Mis ojos.

Audiencia perpleja.

.- ¿Porqué?

.- ¿Porque necesito la boca para respirar? casi ni te atreves a compartir tu razonamiento, que va también, a los cuellos de tu camisa.

Carcajada generalizada.

Todavía le estoy dando vueltas al tema.

De vuelta a casa, William nuestro taxista, ha perfilado con una navaja en el plástico tintado en su ventana el logo de Apple antes del mordisco. En las dos ventanas y en la del maletero.

.- ¡Es brillante! le reconozco. ¿Te importa que saque una foto?

.- Claro, mejor a mi ventana, que es la manzana que mejor me ha quedado de las tres.

Se puede no tener iPad en la vida, pero siempre puedes ser un crack.



Esta tarde papi ha ido a buscar la cena para tomarla en la piscina del Azura mientras acaba un informe con Ana. Nosotros nos elegimos comida india por recomendación suya, y para evitar tanto picante, os decantáis por el plato nacional por excelencia, pollo callejero a la parrilla con patatas fritas.

Papi se topa en plena calle con dos muslos de pollo desolado sobre una parrilla vieja y busca apoyo en la decisión.

.- Este es el pollo de las niñas, - me adjunta una foto al whatsapp y se ahorra el descriptivo.

Yo, desde la piscina, tragando saliva.

.- ¿Cómo lo ves? 

Él, sin remilgos.

.- Bien. El fuego se lo come todo.

Hoy vuestras defensas han hecho músculo. Habéis cenado un pollo callejero solitario, tan ricamente. 



.- Mama, me gusta mucho África, - me has dicho, simplificando,  desde dentro de tu mosquitera hoy al irte a dormir.

Me alegro que lo pongas así de sencillo, me da ánimo para seguir esta pequeña locura.




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