Friday, April 26, 2019

Takataka, reto de pescadores



Día 13

Cada día que pasa pienso que tenemos menos que contar, que nuestros ojos se están acomodando. Qué rápido perdemos las personas la capacidad de asombro. Uber funciona, chapurreamos Swahili inventado - Julia te has hecho experta en la materia -, nos mojamos a diario, nos perdemos, el orfanato es nuestra segunda casa y todo está bien.

Hasta se nos olvida que venimos de mundos distintos. Hoy Amadeus ha visto de refilón mi tarjeta de crédito.

.- ¡Qué es esto?

.-  Es como el Tigo Pesa, - le explico, aludiendo a un sistema que funciona a la perfección en Tanzania, con el que pagas todo desde es móvil a través de mensajes de texto, sin necesidad de un smartphone.

.- Ah, lo entiendo, - responde, sin apreciar el salto de la revolución tecnológica.

Quizás no sea para tanta revolución, pienso.




Amadeus toma la tarjeta en su mano, la acaricia y se la pasa varias veces por la mejilla con delicadeza, como si necesitara ese roce para apreciarla.

Yo observo y ni me atrevo a preguntar por qué lo hace. Esta noche, a vueltas con su reacción, me he pasado varios objetos por la mejilla para intentar entenderlo. Y sí, te transporta a otra relación con el objeto en cuestión. Lo dicho, se nos empieza a ir de las manos.

Recuerdo que dije que no volveríamos a Kunduchi, pues no solo hemos vuelto las tres, sino que nos hemos llevado a papá, y hasta lo hemos visto con otros ojos. Con los ojos de Edmund, de Nassaur, de Emmanuel o de Ally.



Todas las tardes, Hassan, el maestro de escuela vendedor de galletas, organiza el English Corner, una iniciativa apoya por Help2kids en la que se ofrecen clases de inglés a los hombres y mujeres de Kunduchi. Hassan lidera en Swahili el grupo de iniciación y cede a los voluntarios el grupo más avanzado.

Propusimos dedicar un día a liderar una clase y traer un tema, y aprovechando que papá está colaborando en un proyecto de concienciación medioambiental, qué mejor excusa que traer el asunto a debate en la vieja escuela de Kunduchi. Revisaba la presentación con papá la víspera haciendo mil preguntas sobre un tema que desconozco técnicamente, hasta que pensamos, ¿y si nos llevamos a papá?

Llegamos los cuatro a Kunduchi con Nathalie, que nos hará de embajadora. Al fin y al cabo, ella viene aquí todas las tardes con ideas para provocar a los pescadores a hablar y mejorar su inglés. 

Hoy por la tarde el calor nos da algo de tregua y el pueblo tiene más vida que lo que vimos la semana pasada, en una escena que recuerdo como un pueblo desolado en plena guerra. Hoy es fiesta, los niños con los que hicimos puzzles hoy juegan en la calle, o se entretienen con las moscas en los comercios de sus familias. Una bebé casi desnuda luce unos pendientes brillantes inmensos. Dos hombres cortan madera con una vieja sierra. Las cabras pululan a su antojo. Huele a pescado. Huele mucho a pescado.


Llegamos hasta una esquina donde dos mujeres esperan apoyadas en una barca de madera frente al mar. Nathalie les saluda. Emiliana y Rizia están en la clase de principiantes. Lucen sus mejores galas a pesar del calor. Ir a clase, aunque sea a nuestra chabola del jardín de infancia de Kunduchi, conlleva una voluntad de preparación para el futuro, y cómo tal, es un motivo para vestirse con elegancia cada tarde. 

Varios hombres se van acercando:

.- Karibu. Jina langu ni Emmanuel. 

De las pocas frases que he aprendido.

.- Asante. Jina langu ni Leyre.

.- Acabo de llegar de la mar. Quiero ducharme y enseguida llego a clase, - se excusa otro hombre. 

Yo, centrada en la conversación, visualizo una ducha como las nuestras. De reojo veo en ese momento a otro hombre a la puerta de su casa coger con una vieja taza agua de un gran cubo y echárselo por la cabeza con alivio mientras nos saluda. A esta ducha se refiere.



El pueblo tendrá unos mil adultos, pero solo una decena dedica su tarde a este iniciativa. Quizás, como el chiste de aquel italiano poliglota en un Ferrari que se acerca a un campesino con su hijo y le hace una misma pregunta en siete idiomas que el hombre no alcanza a entender de ninguna manera, los pescadores de Kunduchi tampoco tienen claro para qué les serviría. Cuando el campesino se aleja ya con su hijo y deja marchar al Ferrari, el hijo le dice, inspirado:

.- Papá, cuando sea mayor, voy a aprender idiomas.

.- Total, para lo que le ha servido al italiano, - concluye el padre.

Quedamos en que yo dinamizaré a la sesión y papi aportará los datos más técnicos, que para eso es el experto. Hablamos de qué hacer con el "takataka", sus residuos y de cómo impactan en el medio ambiente y en la salud de las personas.


Hablar de takataka en un pueblo donde las personas conviven con las basuras en el sentido más literal se las trae. Si acaso, las queman delante de sus chabolas, de guatemala a guatepeor.

.- La culpa la tiene el gobierno, dice Emmanuel convencido. Salimos sesenta u ochenta personas a faenar en un barco, y todos llevamos la comida en una bolsa. Acabamos de comer y tiramos el plástico al mar.

.- Sí, deberían prohibir el plástico, - le refuerza Nassaur.

.- Siempre lo puedes no usar, les reta papá.

.- Es que vas al supermercado y te dan una bolsa. El gobierno tiene que poner medidas.

Pero como el gobierno no ha venido hoy a Kunduchi, les provocamos a pensar qué cosas pueden hacer ellos desde hoy para liderar ese cambio.

Emmanuel lo tiene claro o por lo menos tiene las palabras para satisfacernos:

.- El cambio empieza en mí, lo tengo claro. Lo hablaré con mi familia en casa.


Vosotras seguís con interés la presentación, que conectáis con vuestro proyecto del medio ambiente del cole.

.- Estas son las tres erres - explicas Maite apoyada en el pupitre de madera con intención de profesora pero con la ingenuidad que te confiere tu voz de niña - Reduce, reutiliza, recicla. Por ejemplo, de una camiseta que ya no quieras, puedes hacer un bolso.

En Kunduchi, el pueblo de los niños descalzos, los pantalones rotos y las ropas castigadas por el mar, no se me ocurre cómo podrías llegar a que una camiseta no te sirva. Pero lo dejamos estar.




Habituados a clases formales donde un profesor les ilustra y ellos apuntan en sus cuadernos, desde una posición de inferioridad, así es la enseñanza en este país. Les retamos al compromiso, y les animamos a que en este caso se levanten para apuntar en la pizarra.

.- Podéis escribir lo que le pedirías al gobierno - les permitimos el desahogo - y lo que podéis hacer vosotros desde hoy mismo - el reto del compromiso.

Y así comienzan a llenar de ideas una pizarra hasta ahora vacía. Plasmamos el momento frente a esa lluvia de ideas, orgullosos de sus aportaciones. 



.- Nos quedamos con muchas preguntas. ¿Volveréis?

Nosotras contamos los días que nos quedan para regresar a nuestra rutina - ¡ay, cómo va a doler! pero papi se compromete a venir otro día en mayo y continuar la charla.

Al salir de pueblo, sorteamos inmensos charcos de barro en la calle principal, con el bullicio de los comercios al anochecer, cuando el pueblo recobra vida. En los campos verdes de fondo, familias y chavales juegan con pelotas. Una nube naranja despide el día. El dalalala, el autobús local, está a punto de salir. Lo tomamos por primera vez.

.- Mami aquí no hay nadie vomitando, - me dices, Maite, sorprendida de ver normalidad a pesar de una historia que has oído de un viaje a Madagascar antes de que nacieras, donde unas monjitas vomitaban a través de una minúscula ventana en lo alto del autobús, mientras éste seguía su camino horas y horas por carreteras imposibles.

Suena música popular en un autobús abarrotado. Buena ocasión para seguir el ritmo desde nuestros asientos, con ese cachondeito que me me encanta compartir contigo Maite. A mi lado se sienta Noah, un niño de quinto curso de la escuela de Bajeviro a donde iremos la semana que viene como voluntarias. Él ha reconocido a Nathalie, que ha colaborado allí antes de que llegáramos y la escuela se cerrara por vacaciones . Papi te coge en brazos, Júlia, mientras miráis las nubes de nuevo por la ventana. Como me alegro de haber aterrizado este sueño.


Esta noche cenaremos en el Friendly Gecko, la sede de Help2kids, con Nathalie y Erik compartiendo, alrededor de un sabroso plato de pasta con salsa de tomate y verdura, ideas e iniciativas varias de ambos proyectos, el nuestro y el de papi. Es que ya son proyectos un poquito nuestros también. 

En plena conversación sobre cómo llegar al pueblo a través de la Iglesia, Maite decides que aquello no tiene especial interés para tus ocho años e interrumpes:

.- Eric, nos ibas a dar alguna idea para hacer un safari este fin de semana, ¿verdad?

Anda que te va a parar alguna piedra en el camino cuando tienes un objetivo en tu cabecita.

.- ¿Puedo levantarme de la mesa para jugar a las cartas? - pides permiso, Júlia, agotada ya a estas horas después de un largo día. 

.- Al cabo de los años me di cuenta que todas aquellas conversaciones que tenían mis padres alrededor de la mesa mientras permanecíamos sentados, entregados al aburrimiento, han ido calando sin darme cuenta en quien soy hoy. 

No lo había pensado, gracias Erik.



Sabíamos que queríamos hacer algún safari estos días pero es jueves y todavía no hemos cerrado nada para salir mañana. Con un par. Así que confiamos en Erik y un contacto que él tiene para nuestra siguiente...

.- ¡Aventuraaaaa!!!

Maite, tu mandala.

Llega un ciclón a la zona estos días, y tú Julia, tienes la tripilla suelta de algo que te ha sentado mal. Hemos tenido que buscar baños de urgencia en los lugares más surrealistas. Igual es que las brasas no se lo comen todo. Y nos quedan seis horas de viaje por el campo hasta Selous.

Esto promete.

             

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